Cada vez que tus ojos rozaban los míos,
Con una mirada en un sueño eterno,
Una sonrisa volaba en el alma solitaria,
Y mi esperanza se hundía en un intento por tu soledad.
Escucha esos ruegos atentos de mi corazón,
Murmuran mis musas, mi todo, solo por ti,
Sin ti no sería capaz de vivir un segundo,
En la muerte lenta de mi perdición,
No, no condenes esta emoción,
No, que mi alma de su cuerpo escapa,
Danzando el poema que canta tu ausencia,
Que llora y se queja y que desea la gloria de tu libertad,
No, no condenes esta ilusión,
No, que al mirarte yo siento mía la eternidad.